jueves, 30 de junio de 2016

La traducción literaria que acaba con el estilo del autor o siempre la misma historia

El título es rotundo, pero una vez más acabo cabreada al ver traducciones de libros juveniles que destrozan el ritmo y acaban con el estilo, ya sea directo o indirecto, rápido o lento. ¿Por qué? Porque el traductor es una especie de autor solo que a la vez no lo es.
Voy a contaros un cuento, se llama "transcreación", que es lo que hace un traductor a través de sus aportaciones a lo intraducible y la acción de acercar la historia al lector del idioma meta. Y no, eso no significa libertad para inventar lo que no está ahí ni para alterar el estilo.
Y siempre acabo preguntándome porque solo leo en inglés y sé que debería leer en mi idioma, pero siempre es la misma historia (menos con La reina roja, cuya traducción es de lo mejor que he visto).
El año que viene haré un máster de traducción literaria y quizás eso haga cambiar mi visión, pero hasta entonces, no puedo entender el por qué, menos ahora que mi libro está ahí fuera. Imaginaos por un momento que tenéis vuestra obra, la que os ha costado tanto tiempo y esfuerzo y valoráis tanto, y alguien hace cambios. A mí me partiría el corazón.
No me malinterpretéis, traducir es difícil y no es una ciencia exacta. Es evidente que mi manera de traducir tiene a ser todo lo literal que se pueda mientras no se cometan calcos y sea correcto. Y por lo que sé, la traducción literaria no está demasiado bien pagada y es de lo más difícil que hay, junto con la científica. Pero eso no es excusa.
Si cojo un libro de Stephen King, por ejemplo, sé que su traducción se tendrá en un estima diferente, porque no se subestima al público que lo lee. Se les considera adultos y eso no pasa con el género juvenil, donde, en las librerías, tienes que dirigirte a de 12 años en adelante. Es francamente triste al no ser así.
Siento que me repito, pero la historia es siempre la misma.

Un saludo.

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